A veces me
pregunto
si todo el
poema vale
tanto dolor
que lo saca afuera.
Si todos
estos últimos tintes desesperados, asqueados, hartos
me valen
estas horas
de angustia
roja
de tristeza
peleadora
de visión
hinchada por falta de usar otros sentidos
por falta de
alfombras mágicas
por exceso
de sillas
por
acumulación de mates
por
saturación de virus
por
defensión
por Defensa
Y Talcahuano
no sé si se
cruzan
sólo sé que
aunque las desee
no las
llego.
Pero no sé
no sé
si sacrifico
el poema
y
quemeimporteunbledo que no lo exista
no soy
apologista del dolor
tan europeo
tan
solistario
tan sofisticado
en su ego-maduro-con permiso de conducir-
orgullo del
sufrimiento-
(con
chimeneas de fuego ardido por criados)
no soy
apologista del sufrimiento que dicen que pare al artista
o visceversa
o viscevísceras
o le hace el
verso
sólo sé que
mi sangre hizo la primaria
y sabe
escribir
y no se
ahoga;
bebe de la tinta
el oxígeno que la libera de no atorarse con tanto acento
tanta
acentuación
de lo que se
está volviendo tenue: la alegría
sólo sé que
mi sangre
hizo la
secundaria de taquito
atenta sólo
a la estrategia: una antena en el pizarrón
y el resto
sólo es mío
y sólo es:
TANTO TANTO
y por ese
resto mayoritario
inventado
por la vida y por mí,
sabe, mi
sangre, usar lenguaje humano,
castellano,
occidental
pero
sospecha ella, que es más antigua,
asiática o
arenosa
que el dolor
a solas no es sofisticado
que no importa
cuántos poemas dé;
cuántas
identificaciones abrazará y sanará en el chin-chin de derrotancias
no,
sabe que
escribe tantos y tantos y más tantos cuando hace lo suyo.
Y baila
y abraza
y desafía la
ley de gravedad
porque no se
cae por la tinta.
Lo que hace
es saltar del corazón a la birome
y no
acordarse de mi nombre.
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